lunes, 4 de junio de 2012

Los Príncipes de Arfe camino del Rocío...





La noticia sobrevino unos días antes del cierre...
¡Qué mala pata!

Días después llegó el momento de decir adiós. Apareció incluso en prensa porque, no nos engañemos, no se trata de un bar cualquiera... 

El valor de un buen bar hoy en día cuesta lo indecible: estas culturas foráneas de cola y pide, de recoge lo que pagas y hazlo tan rápido como puedas... Todo en detrimento de profesionales de tiza en mano, aquellos para los que la caja registradora solo era una de caudales porque el ticket (sí, la cuenta según nuestra jerga) era la barra del establecimiento. 
Cuentas de tiza sobre mostrador, y casera en vaso de café para los niños; ensaladilla en platito de altramuces sin más decoro que un par de picos (colines para finolis). 
Picos tan grandes, tan grandes, que eran delicia infantil mojarlo en refresco de naranja (mi preferido).

Este bar de tapas de arroz, de guisos y de cuaresma, de tapa de tapas, y de familias enteras tanto dentro como fuera de la barra arenera. 
Casi cuarenta años son más que mi vida. Son casi cuarenta Trianas por Arfe de vuelta, cuarenta Carreterías a la ida y, no nos olvidemos, una Hiniesta que también lo hizo en el 94... Bendita probatura, diría Fran.

Barra kilométrica de los Príncipes con salida al Atlántico por Arfe desde el Guadalquivir... 

... Y barra esquinera, muy escasa, por García de Vinuesa. 
Esta barra, la barra pequeña y recoleta como las capillas del barrio que regenta, es la que trae a los Príncipes la Esperanza... Por supuesto, si decimos Esperanza, hablamos de la Capitana que navega escoltada por infantes de marina de merino y terciopelo en la noche que no es noche pues se llama madrugada. 

Se anuncia Esperanza por los Arenales, sí, se anuncia un atisbo de Esperanza. 
Y es que por García de Vinuesa, viniendo desde la "esquinera" barra de los Príncipes, no hay mar que valga; solo un pequeño arroyo llamado Ajolí. Pero arroyo al cabo, y arroyo de Esperanza. 
Se cierran mares y se abren arroyos... como puertas y ventanas... y como la Esperanza misma que nunca acaba...

Y allí, en el Ajolí, han arribado los Príncipes. 
Allí cambian infantes de terciopelo por romeros de ala ancha; y allí, en el Ajolí, comienzan un camino que, Dios lo quiera, les lleve al Rocío, al de la Banca Paloma: aquella que es también gloria de un palio de Lunes Santo, palio de malla y verde terciopelo, verde como la Esperanza de los marineros... ya sabéis, verde Capitana...

Afortunadamente, para estos tiempos que corren, un tal "Perea nos espera en el Ajolí"...
En el Ajolí tendremos cantina marinera donde alimentar el alma... donde hablar del océano y de los mares desde los postigos a los arenales...

Añoraremos Los Príncipes, claro que sí, los de Arfe.
Ya todo es diseño y pelotazo de siete monedas el copón. Poco queda y menos será... 
Los tiempos traen otros aires (los que sean, ni mejores ni peores); pero esta brisa ya es distinta...

Esta brisa ya no anuncia el salitre de los Príncipes de Arfe...


Dedicado a la familia Maroto y, en especial, a nuestro amigo y hermano Fran...