"Subo el tramo largo de las escaleras de mármol blanco,
dejando atrás la ventana del descansillo
con sus sevillanos visillos que miran a
la calle. Los cuadros, con las imágenes en diferentes años de las Estaciones Penitenciales y recuerdos de encuentros
entre Hermandades, parecen acompañarme en el ascenso.
.-Buenas tardes Señores
.- Buenas tardes Jose Manuel, parece que está aquí el
invierno
.- Si, hace fresco
En el Salón de Convivencia de la Hermandad se encuentra un
numeroso grupo de hermanos, en animadas conversaciones por grupos, otros
apostados en el mostrador, todos sonrientes y felices recordando glorias
pasadas e ilusiones futuras de la Hermandad. Entre ellos, y en la esquina de la
barra se encuentra el Hermano Mayor.
Intercambiamos, mi mujer y yo, un afectuoso saludo con él y
con el grupo que lo acompañaba, como mandan los cánones protocolarios, y
entramos en animada conversación con alguno de los allí presentes.
Veo encima del mostrador un sobre color caña y un tarjetón,
que resultó ser el modelo de una felicitación navideña con una imagen al
efecto, y en el reverso la cruz de Santiago.
Comento la finura y exquisitez del dibujo, que me permitió
recordar una tradición que las Juntas de Gobierno de la Hermandad de otras
épocas tenían con los hermanos en las fechas tan señaladas como la Navidad, y
que recuerdo de mis años mozos, cuando a mi casa llegaban la consabida cantidad
de felicitaciones, hoy perdidas.
.- Os gusta, nos preguntan.
.-Es un dibujo muy fino, muy bien hecho,….muy tradicional,
respondo
.-Pues él es el autor de esa maravilla, ¿lo conoces?
.- Si, pero ahora no recuerdo su nombre.
.- Benjamín, te presento a Jose Manuel, dijo el Hermano
Mayor.
Un hombre enjuto, de
mirada aguda, sonrisa franca, pelo y bigote canosos,que acentuaban su elegante
porte y un hablar pausado, me da la mano. Una mano que en el aprieto demuestra franqueza en el saludo y
seriedad en el talante.
.- Gracias. Me alegro que te guste. Tengo la afición del
dibujo, dice mientras su dedo índice señala algún cuadro de la estancia, y como
el Hermano Mayor me ha pedido que lo dibuje, pues le traigo este boceto.
Ahí empezó la conversación aquel día de otoño en que la
Providencia me presentó de manera directa a Benjamín Ojeda. Ahora creo entender
que Él lo tenía preparado.
En Benjamín descubrí, que hay, había, más hombres que eran
maestros en un arte que había empezado a conocer con mis padres, y continuado
con mis dos maestros que me enseñaron mi profesión: la educación, la humanidad,
el respeto a los demás y lo que es más importante y algo en desuso hoy: el talante para comprender y respetar.
Desde ese día comprendí que Benjamín era una persona que
podía guiarme e introducirme más profundamente en los entresijos del mundo de
las hermandades, y transmitirme su
aprendizaje en la experiencia de la vida. No hubo momento que intercambiara
conversación con el que no fuera un enseñarme. Siempre que lo miraba reflejaba
la bondad en su rostro, a pesar de los desagradables avatares que la vida le
había deparado. No había mirada suya que no transmitiera un silencioso mensaje
de ánimo.
Todo el que se acercaba se llevaba una dosis de bonhomía
que repartía gratuitamente, señalando que ese camino es el correcto. No había
persona apesadumbrada o enfadada que no saliera reconfortada de su trato amable
y cariñoso. Trato que te recuerda al que te presta un abuelo muy cariñoso. Todo
y siempre la educación en persona.
Ha habido bastantes momentos en que me demostró su empatía hacia
a mí y mi mujer. Recuerdo que nos regaló una lámina de la Titular de nuestra
Hermandad, que tengo enmarcada en mi casa, dedicada por él a ambos. Cuando le
di las gracias, me dijo: “si no es para ti, es para tu mujer”. Era de un trato,
como he dicho,exquisito y cercano
Cuando decidí iniciar dentro de la Hermandad una andadura
diferente, tuve con él una conversación al respecto, pidiéndole consejo y
pidiéndole su ayuda activa, participación conmigo en la aventura. Lo que
declinó por su enfermedad, que aunque estacionaria en ese momento, no le permitía
una buena calidad de vida, lo que le achicaba el ánimo que le caracterizaba.
Hasta el último momento de su existencia, en la confortable
pero fría habitación en que estaba ingresado, tuvo amables detalles conmigo y
conversaciones que demostraba que no perdía su talante descrito, e incluso
bromista, agradeciéndome la compañía que le daba. El Cristo de la Salud se lo
llevó para que le organizara permanentemente
los cultos allá desde donde nos contempla, viendo como deshacemos lo que
a El tanto le costó hacer.
Tuve el honor de que el Hermano Mayor me permitiera añadir a
mi cargo en Junta el de Cultos, que él había dejado huérfano; y los Priostes el
que fuese yo el que colocase el lazo negro en el varal, en la salida
procesional de ese año, sabedores todos de la mutua amistad que nos
profesábamos.
De mi amigo,…..de nuestro amigo Benjamín, aprendamos todos que
hay que ser ser un buen profesional en el ámbito en que te desenvuelvas, que
es bueno
ser hermano de la Carretería, del Silencio o cualquier otra que imprima
el sello de buen cristiano, que es de bien nacido prestarse a ayudar a quien se
acerque a solicitarlo, que es de buen talante el reconocer lo que hacen otros
aunque no sea lo que tu harías, que el avance de la obra humana se hace con la altura
de miras de engrandecer la que heredas, que tú puedes opinar pero no juzgar.
Pero lo que es imprescindible
aprender de mi maestro, de nuestro
hermano y maestro,Benjamín es……….. a ser un hombre bueno.
Sevilla a 11 de abril del 2015