sábado, 20 de febrero de 2016

El amor del costalero

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La Carretería 2010

La luz trémula del mediodía del Viernes Santo, derrama a nuestro alrededor un aire de melancolía adormecida. La ciudad acaba de vivir su Madrugada Eterna, una noche mágica que Sevilla aún no quiere despedir en San Román, ni en Pureza ni en Resolana.

Todo en torno presagia un día de duelo por la muerte de Dios, por eso, el costalero camino despacio y en silencio por las calles semidesiertas, camino de un Arenal expectante, como si de nuevo el Guadalquivir fuera a despedir o a recibir a los majestuosos galeones de la Flota de Indias. Agarra con fuerza el costal contra su pecho, como buscando ánimo presintiendo la prueba que se avecina.

Se acercan momentos eternos para el anónimo costalero de la Carretería. En la acera de El Negro está igualando la cuadrilla del Cristo, los contraguías eternos reparten tabaco, aspirinas, tiritas, sonrisas y alegría.... La gente güena, los niños de Arroyo, están preparados. Luego, en algún portal de casa antigüa de barrio, el ritual lento, pausado, con mimo, hacerse la ropa y envolverse cuidadosamente en la faja. El Arenal empieza a animarse. La gente bulle por bares y calles. Elegantes nazarenos de terciopelo buscan la puerta e la casa Hermandad. Los músicos de la banda...el inevitable guiri...

Los sucesos se precipitan. La espera impaciente en la calle Pavía, en la puerta de la capilla, entrando uno por uno a la oscuridad el templo.

Refugiado en la trabajadera, al calor de la amistad de los compañeros , resuena la voz tonante del capataz, los golpes de martillo retumban en el corazón, en la mente, en las piernas, en todo el ser del costalero. La Luz del Viernes por fin vence a la tiniebla de la trabajadera y por unos segundos, desde el INRI hasta la planta de sus alpargatas, todo el peso del Universo parece convertirse en árbol que atraviesa el cuerpo del costalero. Por unos segundos, todo el peso de la Tierra descansa sobre su alma para que el paso de Misterio salga a la calle, y empieza a girar lentamente la derecha adelante y de pronto, todo su mundo ensordece, suena Las Cigarreras y todo se reduce al compañero que tiene delante....... Eres costalero del Señor de la Salud.

Horas más tarde, faja y costal parecen ser uno sólo con su piel. De nuevo las tinieblas cubren el mundo del costalero debajo. Todo su ser está entregado ya, y siente que no puede dar ni un paso al llegar a Temprado. Pero allí, en la Caridad , encuentra la Salud que necesita para llevar al galeón de nuevo a la Luz. Encuentra fuerzas que no sabía que tenía para llevar a Cristo por Dos de Mayo y Rodo, y guarda para sí en su corazón, la última chicotá, íntima y sólo suya y agradece otro año más haber recibido la Gracia en la calle Varflora, bajo el Señor de la  Salud de la Carretería

" Que los años se rompan en el tiempo, pero que el amor del costalero siga vivo " (*)

(*) Prestado de Manuel Santiago, maestro de capataces.

4 comentarios:

  1. Muy bonito!!!,todo corazón,buena muestra de amor a la Hermandad y a sus titulares,ojalá todos tuvieran ese sentimiento,y menos postureo.

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  2. Muchas gracias querido comentarista anónimo

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  3. Muy bonito, la pena es que retrata una época en la que a los hombres del costal los movía el corazón y el amor a los titulares ahora por contra lo que manda es lo "políticamente" correcto y el interés de un grupo de gentes donde lo que no prima es lo religioso. En esto también, qué pena de Hermandad

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  4. Querido comentarista, por eso, mi recuerdo retrata aquella época que es la que yo viví y no la actual que no tiene nada que ver.

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Gracias por su comentario en "El Barco del Carbón"