miércoles, 1 de mayo de 2013

Barco carretero para la Galeona de la Luz



La ciudad aún duerme tras la larga Madrugada. Sevilla es el único lugar del mundo donde hay una Madrugada que termina a las 2 de la tarde. Roma da la hora sexta en la campanita del Baratillo. Del Aljarafe le llega al barrio del Arenal un sol torero. Sol de oro perulero en el muelle de la Carrera de Indias. De pronto se abren las puertas de la capilla de los Toneleros. En el momento exacto, va saliendo a la vida la Pasión y Muerte del misterio más completo. Casi se da de cara con los balcones con recuerdos de Galerín, de los Contreras, de los viejos almacenes de efectos navales, de la vara de diputado mayor de gobierno de Juan Castro. Como si fuese la vez primera que ocurriera, la hermandad nace como cofradía en la calle, túnicas de antiguo terciopelo azul como de Corte Chica de San Telmo, Cruz de Santiago y lises de los Montpensier, negros guantes de piel. Tiene algo de parto la salida. Meses de gestación dan este fruto de amor. Si se ve, es por el esfuerzo en los cuellos, en las cinturas fajadas, en el dramático quejío de la hojarasca de la madera del canasto que estiba el dorado cabo marinero: ¡Más a tierra esa trasera!
Ves zarpar tu querido barco de caoba, el galeón de sueños que suelta las amarras de su dorado calabrote, en el que un Divino Embarcado, el Señor de la Salud, se está siempre yendo para la calle de la Mar, que es el morir. En un abrir y cerrar de ojos se obra un año más el milagro de lo imposible. El paso sale. ¿Lo saca el capataz o un práctico del muelle, en este Arenal tan ribereño que aquí al lado mismo, como en Sanlúcar, está la Virgen de la Caridad?
La capilla, tramo a tramo, insignia a insignia, se ha ido quedando vacía. Alma sin cuerpo de nazarenos de Cristo. Ya salen los de la Virgen. Y como una metáfora de la vida, cuando te das cuenta está en la puerta lo que anuncia el principio del final: el estandarte. Y pensando en la brevedad de la vida o de la salida de la cofradía estás cuando oyes el golpe del llamador. Ya está cuadrado con la puerta el palio armonioso de esa divina Señorita Consignataria del barrio de los cargadores de Indias, la Virgen del Mayor Dolor, pidiendo un García Ramos que venga a pintar su trasera con el manto de las Antúnez. Silencio en una calle de corbatas negras de los que ya no están, pero sí están: de Luis Rodríguez Caso, de Juan Moya. Y un silencio de mármol, cuando la voz del capataz resuena por retablos y azoteas: ¡Más a tierra esa trasera! Varal a varal, el palio sale. Suenan fuera las palmas y la Marcha Real. Y con la misma exactitud con que se abrieron, "in ictu oculi", se cierran las puertas por donde salió la cofradía. Por donde El Arenal la parió, alumbró de cera a la Luz misma de esta Virgen de la Luz que, Galeona de la calle Varflora en su barco de recuerdos, ya va ganando el barlovento de la tarde por el Compás de la Laguna.
Has visto antes, cerca de aquí, en la calle Bayona, en casa de tus padres, este interior de capilla vacía de donde se ha ido la cofradía. ¿Acaba de salir o se la acaban de llevar? El quejío de la caoba de la canastilla yéndose tiene mucho de caja mortuoria que se llevan. Las garras de bronce se aferran con los zancos al tiempo que queremos detener. Este interior vacío, sin el calor de la cofradía, tiene mucho de casa de donde se acaban de llevar para siempre, ya muerto, a alguien querido. Todo, como en la casa de donde se llevaron a tu madre, a tu padre, es el memorial de una ausencia reciente. Aquí estuvo el altar de insignias en la gloria de la mañana. Aquí, en estos mármoles, los dos pasos con los mejores recuerdos de tantas familias del barrio. Hace la eternidad de un instante estaba la cofradía aquí, entera, llena de vida y ahora... Y ahora, ya... Suena fuera, lejos, la marcha de palio, con un aire funeral, por la Esquina del Negro, cerradas las puertas de la capilla vacía. Alguien muy querido se le ha ido al barrio: la cofradía. Pero nunca para siempre. Metáfora de la fe, a la noche vendrá la resurrección, cuando todo en la capilla ahora vacía vuelva a la vida tras la Pasión y Muerte del Cristo de la Salud, con la cofradía que entra, saetas a la Virgen del Mayor Dolor que se nos clavan, yayayay que sangra un ay, en la luminosa herida de la tarde. Hasta el año que viene si Tú quieres... "antes que el tiempo muera en nuestros brazos".
Y en el aire sereno del señorial terciopelo azul del barrio, "vestido de hermosura y luz no usada", queda la copla que sale del serrín de una taberna... 

A este Arenal marinero
envidia das, costalero,
que llevas muerto en la Cruz
al Cristo de la Salud,
y en la amura de un costero
a la Virgen de la Luz,
¡óle el barco carretero!


Barco carretero para la Galeona de la Luz


Extracto del Pregón de la Semana Santa. Domingo de Pasión, 9 de marzo de 2008.

© Antonio Burgos  

El autor ha cedido las regalías de la edición a la Pontificia y Real Archicofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Salud, María Santísima de la Luz en el Sagrado Misterio de sus Tres Necesidades al pie de la Santa Cruz, Gloriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, San Francisco de Paula y Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, establecida en su capilla propia de la Carretería, antigua de los Toneleros de Sevilla, para que destine sus beneficios económicos a los fines que su Mesa de Oficiales estime más convenientes para mayor honra y gloria de Dios y de su Madre en su barrio del Arenal.

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